febrero 25, 2012

EL HACEDOR


Estoy pensando....en la realidad virtual, esa que ofrece un nuevo mundo a través de una ventana de escritorio.... PENSAD, PENSAD.... YO SEGUIRÉ PENSANDO EN ELLO

"Si el espacio es infinito estamos en cualquier punto del espacio. Si el tiempo es infinito estamos en cualquier punto del tiempo". 
Jorge Luis BORGES




El hacedor (1960)

Como él mismo dice: “De cuantos libros he entregado a la imprenta, ningún, creo, es tan personal”.
 


Prólogo


Los  rumores de la plaza quedan atrás y entro en la Biblioteca. De una manera  
casi física siento la gravitación de los libros, el ámbito sereno de un  orden, el 
tiempo disecado y conservado mágicamente. A izquierda y a la  derecha, absortos en su lúcido sueño, se perfilan los rostros  momentáneos de los lectores, 
a la luz de las lámparas estudiosas, como  en la hipálage de Milton. Recuerdo 
haber recordado ya esa figura, en este  lugar, y después aquel otro epíteto que 
también define por el contorno,  el árido camello del Lunario, y después aquel 
hexámetro de la Eneida,  que maneja y supera el mismo artificio:
Ibant  obscuri sola sub norte per umbras.
          Estas  reflexiones me dejan en la puerta de su despacho. 
Entro;cambiamos unas  cuantas convencionales y cordiales palabras y le doy 
este libro. Si no me  engaño, usted no me malquería, Lugones, y le hubiera 
gustado que le  gustara algún trabajo mío. Ello no ocurrió nunca, pero esta vez 
usted  vuelve las páginas y lee con aprobación algún verso, acaso porque en  
él ha reconocido su propia voz, acaso porque la práctica deficiente le  importa 
menos que la sana teoría.
          En este punto  se deshace mi sueño, como el agua en el agua. La vasta 
biblioteca que me  rodea está en la calle México, no era la calle Rodriguez 
Peña, y usted,  Lugones, se mató a principios del treinta y ocho. Mi vanidad y mi 
nostalgia han armado una escena imposible. Así será (me digo) pero  mañana 
yo también habré muerto y se confundirán nuestros tiempos y la  cronología se 
perderá en un orbe de símbolos y de algún modo será  justo afirmar que yo le 
he traído este libro y que usted lo ha aceptado.

J.  L. B.
Buenos  Aires, 9 de agosto de 1960.







    EL HACEDOR

Somos el río que invocaste, Heráclito. 
Somos el tiempo. Su intangible curso 
acarrea leones y montañas, 
llorado amor, ceniza del deleite, 
insidiosa esperanza interminable, 
vastos nombres de imperios que son polvo, 
hexámetros del griego y del romano, 
lóbrego un mar bajo el poder del alba, 
el sueño, ese pregusto de la muerte, 
las armas y el guerrero, monumentos, 
las dos caras de Jano que se ignoran, 
los laberintos de marfil que urden 
las piezas de ajedrez en el tablero, 
la roja mano de Macbeth que puede 
ensangrentar los mares, la secreta 
labor de los relojes en la sombra, 
un incesante espejo que se mira 
en otro espejo y nadie para verlos, 
láminas en acero, letra gótica, 
una barra de azufre en un armario, 
pesadas campanadas del insomnio, 
auroras, ponientes y crepúsculos, 
ecos, resaca, arena, liquen, sueños.

Otra cosa no soy que esas imágenes 
que baraja el azar y nombra el tedio. 
Con ellas, aunque ciego y quebrantado, 
he de labrar el verso incorruptible 
y (es mi deber) salvarme.
Jorge Luis Borges

Epílogo.

Un hombre se propone la tarea de dibujar el mundo.
A lo largo de los años puebla un espacio
con imégenes de provincias, de reinos, 
de montañas, de bahías, de naves, de islas,
de peces, de habitaciones, de instrumentos,
de astros, de caballos y personas.
Poco antes de morir, descubre que 
ese paciente laberinto de líneas
traza la imagen de su cara.

Jorge Luis Borges. El hacedor,  Buenos Aires 1960



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