Estoy pensando....en la realidad virtual, esa que ofrece un nuevo mundo a través de una ventana de escritorio.... PENSAD, PENSAD.... YO SEGUIRÉ PENSANDO EN ELLO
"Si el espacio es infinito estamos en cualquier punto del espacio. Si el tiempo es infinito estamos en cualquier punto del tiempo".
Jorge Luis BORGES
El hacedor (1960)
Como él mismo dice: “De cuantos libros he entregado a la imprenta, ningún, creo, es tan personal”.
Prólogo
Los rumores de la plaza quedan atrás y entro en la Biblioteca. De una manera
casi física siento la gravitación de los libros, el ámbito sereno de un orden, el
tiempo disecado y conservado mágicamente. A izquierda y a la derecha, absortos en su lúcido sueño, se perfilan los rostros momentáneos de los lectores,
a la luz de las lámparas estudiosas, como en la hipálage de Milton. Recuerdo
haber recordado ya esa figura, en este lugar, y después aquel otro epíteto que
también define por el contorno, el árido camello del Lunario, y después aquel
hexámetro de la Eneida, que maneja y supera el mismo artificio:
Ibant obscuri sola sub norte per umbras.
Estas reflexiones me dejan en la puerta de su despacho.
Entro;cambiamos unas cuantas convencionales y cordiales palabras y le doy
este libro. Si no me engaño, usted no me malquería, Lugones, y le hubiera
gustado que le gustara algún trabajo mío. Ello no ocurrió nunca, pero esta vez
usted vuelve las páginas y lee con aprobación algún verso, acaso porque en
él ha reconocido su propia voz, acaso porque la práctica deficiente le importa
menos que la sana teoría.
En este punto se deshace mi sueño, como el agua en el agua. La vasta
biblioteca que me rodea está en la calle México, no era la calle Rodriguez
Peña, y usted, Lugones, se mató a principios del treinta y ocho. Mi vanidad y mi
nostalgia han armado una escena imposible. Así será (me digo) pero mañana
yo también habré muerto y se confundirán nuestros tiempos y la cronología se
perderá en un orbe de símbolos y de algún modo será justo afirmar que yo le
he traído este libro y que usted lo ha aceptado.
J. L. B.
Buenos Aires, 9 de agosto de 1960.
EL HACEDOR
Somos el río que invocaste, Heráclito.
Somos el tiempo. Su intangible curso
acarrea leones y montañas,
llorado amor, ceniza del deleite,
insidiosa esperanza interminable,
vastos nombres de imperios que son polvo,
hexámetros del griego y del romano,
lóbrego un mar bajo el poder del alba,
el sueño, ese pregusto de la muerte,
las armas y el guerrero, monumentos,
las dos caras de Jano que se ignoran,
los laberintos de marfil que urden
las piezas de ajedrez en el tablero,
la roja mano de Macbeth que puede
ensangrentar los mares, la secreta
labor de los relojes en la sombra,
un incesante espejo que se mira
en otro espejo y nadie para verlos,
láminas en acero, letra gótica,
una barra de azufre en un armario,
pesadas campanadas del insomnio,
auroras, ponientes y crepúsculos,
ecos, resaca, arena, liquen, sueños.
Otra cosa no soy que esas imágenes
que baraja el azar y nombra el tedio.
Con ellas, aunque ciego y quebrantado,
he de labrar el verso incorruptible
y (es mi deber) salvarme.
Jorge Luis Borges
Epílogo.
Un hombre se propone la tarea de dibujar el mundo.
A lo largo de los años puebla un espacio
con imégenes de provincias, de reinos,
de montañas, de bahías, de naves, de islas,
de peces, de habitaciones, de instrumentos,
de astros, de caballos y personas.
Poco antes de morir, descubre que
ese paciente laberinto de líneas
traza la imagen de su cara.
Jorge Luis Borges. El hacedor, Buenos Aires 1960
* Curra, duerme...Le he cogido el libro que guarda en su mesilla...A vosotras, a vosotros...Avec plaisir.